© Tana Oshima


Para mí todas las reuniones son de alguna forma “poemas”.
CECILIA PAVÓN

En una de las reuniones dedicadas a la edición de este volumen surgió el tema de los manuscritos, de las reediciones y de los inéditos. Ivelisse dijo algo como: los poemas siempre están en movimiento. Es una descripción muy puntual sobre el carácter ‘vivo’ de la poesía. Cuando publicamos, hacemos una suerte de fotografía de algo que no se está quieto, que se desplaza, que crece exigiendo más espacio, nuevos retratos en diferentes poses, y la silueta de ‘eso’ es cada vez más borrosa. En Últimas noticias de la escritura, Sergio Chejfec llevaba esta cuestión aún más lejos: «La letra impresa asume obligadamente una presencia fosilizada —decía— los libros componen un cementerio visitable, pero ya bastante enmudecidos debido al estatuto definitivo de su materialidad». Para Chejfec, lo electrónico, lo digital, viene a salvar al texto de su desdicha de libro, hermanándose a la condición inestable de la palabra. Nos gusta que los poemas aquí reunidos encuentren un espacio menos definitorio y más mutable (menos muerto, más vivo) en la publicación digital, donde impera la ley del edit. «El original sería sencillamente aquello que ocurrió en un lugar y tiempo oportunos» vimos también en Chejfec y recordamos eso que dijo Ivelisse. ¿No es ese lugar y tiempo originario precisamente lo más portátil del poema? Quizás también el hecho de que seamos una revista-hotel se acomoda al carácter transitorio de nuestres huéspedes.
Dejando esto a un lado, nos parece que otra de las fuerzas que contienen los poemas del presente volumen es que desafían (o incluso agreden) a le lectore. Hay una H misteriosa que flota en el medio de un poema (uno no sabe si pronunciarla o no, si mirarla pasivamente, si detenerse a interpretarla, si pasarla por alto). Hay un juego de tildes que expone la fragilidad del sentido (puede cambiar dependiendo de la entonación). Hay cierto delirio y también cierta vulnerabilidad que se retrae precisamente en el lugar donde unos versos se cortan, se repiten o degradan. Hay una sintaxis que se quiebra (o se inventa) que deviene imperceptiblemente en lenguaje imaginado, que acecha en los grises de la prosa. Hay unos dibujos ominosos que parecen tener una extraña correspondencia con todo lo que sucede en esta colección.
Tengan cuidado. Quedan advertides.
Por eso «everything is in the poems» anotó el poeta Frank O’Hara en su manifiesto llamado Personism, que fue para él la muestra de algo verdaderamente abstracto y contemporáneo. Desde una ambigüedad parecida creemos que emergen las antologías, los volúmenes, las colecciones de voces cruzadas, dialogando entre sí. La ilusión de este tercer volumen de Demoliendo Hoteles surgió  hace dos años, a meses después del lanzamiento del segundo. Desde entonces, hemos ido atravesando cambios decisivos tanto como proyecto e individues (mudanzas, despedidas, desplazamientos y modificaciones en la composición original del equipo). Si bien no es la primera vez que leemos, comentamos, montamos, borramos y dedicamos tiempo a una serie de textos como grupo, se trata, sin embargo, del primer volumen que trabajamos a ocho manos, que abandonamos y retomamos en múltiples ocasiones, hasta dar con una versión que representara el sentir de los últimos dos años de nuestras vidas y todo aquello a lo que aspiramos como lectores, escritores y conjunto apasionado por la literatura. A simple vista, podrá parecer otra agrupación de poemas como tantas, de voces familiares o desconocidas en un mismo PDF, que coincidieron en esta revista lanzada al mundo desde nuestro pedazo del Caribe. Pero lo cierto es que a nosotres no ha dejado de divertirnos y sorprendernos. Felizmente, nos respaldamos en cada una de las manos que trabajaron esta edición de la revista hacia lo que surja en el futuro. Que del resto se encarguen los poemas porque todo lo demás se encuentra allí.

Gracias por el apoyo y la curiosidad,

Daniel Rosa Hunter & Jean Alberto Rodríguez-Torres
(Cofundadores)
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