05.06.21. En un desfase típico de la Historia literaria, que tarda demasiado en ponerse al día, se recuerda a Baudelaire más por su poética de la analogía y por la factura clásica de su versificación que por sus tardíos experimentos con la prosa breve y #el-poema-en-prosa. Si su clasicismo resume y compendia lo mejor de la tradición francesa que le precede, sus pequeños poemas en prosa anuncian todo lo que acontecería después en materia poética. Ese después no ha cesado. El spleen de París es el grado cero de la poesía verdaderamente moderna.

06.06.21. Llevar el diario con la voluntad de ser fiel a la singularidad de cada momento, sin pretender subsumirla en narrativas que la domestiquen.
Leo de verdad cuando me leo en lo que leo.

07.06.21. ¿Qué ha persistido en mi oficio de escritor desde que empecé? Procurar siempre el momento propicio para la escritura. Artista es quien define con precisión cuál es su modo de operación óptimo. Invariable la necesidad de relecturas que confluyan con la cuidada adquisición de libros. Invariable la voluntad de agilizar y dinamizar la curaduría de pasajes de la experiencia íntima. Invariable el placer de la modulación de un tono adecuado a aquello que se dice en mí, tanto en prosa como en verso, en ensayos como en poemas, en el diario como en la prosa breve. Invariable la inclinación por la lectura concentrada o distraída de ensayo y no-ficción, de vidas de escritores, pintores y filósofos. Invariable el gusto por la lectura de diarios íntimos y correspondencia y obras misceláneas de pensadores o artistas admirados. Invariable la escucha educada de músicas diversas. Invariable el comercio con Pessoa, Borges, Cavafis, Benjamin y Pizarnik. Invariable el ejercicio de la cátedra como teatro de la lectura y del pensamiento. Invariable la voluntad de inventarme una vida de escritor, y de vivir oculto. Sobre todo, invariable la conciencia de que todo lo que hice hasta ahora es apenas la condición de posibilidad de mi verdadera obra, todavía inédita, en marcha, incierta y que podría no llegar a existir.
08.06.21. Algo oscuro persiste en mí, como una central de energía demoniaca de la que derivo alguna fuerza. No es algo que facilita mi vida, sino que la electrifica, con toda la potencia ominosa que ello encierra.

Momentánea suspensión de la incredulidad es que uno olvide que está leyendo.

La mirada lateral mejor que la frontal; lo central siempre oscila en la periferia.

10.06.21. Escribir es esto: no saber qué diré, descubrirlo sobre la marcha, guiándome sólo por un cursor parpadeante que aguarda este lento tecleo, letra a letra.

#el-poema-en-prosa es producto tanto de la escritura intencional como de un tipo de lectura: emerge de un uso particular de la prosa.

¿Qué más ha persistido desde que empecé? La voluntad de huir hacia delante, adondequiera que fuera, y cambiar de rumbo a su debido tiempo.

12.06.21. Lecturas desordenadas: diarios de Jonas Mekas y David Wojnarowicz, ensayos de Susan Sontag, poesía de Ulalume González de León y Carl Sandburg, textos breves de Kate Zambreno, la autobiografía de Giorgio Agamben, cuentos de Mariana Enríquez, novelas breves de Nathalie Léger, y teoría post-crítica de Rita Felski. De todo ello no derivo sino vagas intuiciones. Falta de concentración, parálisis espiritual, dolor en el pecho, depresión.

La preocupación por la legibilidad de lo que se escribe
para pasado mañana: no la alabada potencia marmórea de Horacio, tan convenientemente malentendida por algunos clasicistas de oficio, sino la seguridad con la que escribieron las manos rechazadas de gente como Julia de Burgos, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik o Fernando Pessoa, por ejemplo. La verdadera legibilidad es póstuma, como dice Piglia de Macedonio. No basta con decirlo, hay que convertirlo en razón de Estado: buscar un decir que no se deba a nadie, sin una deuda que lo condicione.

La obra de Pessoa es la mejor refutación del concepto teleológico de historia literaria que todavía rige las vetustas metodologías de la investigación académica. Acaso deba entroncarse la hipótesis de la prosa breve (
#el-poema-en-prosa, la miniatura modernista, el micro-ensayo, el diario, etc.) como radicalidad poética contemporánea (1850-2021) en la reflexión sobre el Libro del desasosiego. Pensar además en la circunstancia de su primera traducción española, hecha por el poeta Ángel Crespo en su exilio en Puerto Rico. Inventar la ficción crítica, en clave auto-teórica, que permita armar un recorrido aleatorio por el museo imaginario de la poesía verdaderamente moderna.

13.06.21. Leves problemas de coordinación entre pensamiento y habla en las últimas semanas. Sobrio, sueno idiota. Dificultad para articular ideas sencillas, como si la cabeza fuera por un rumbo distinto al del habla. Cuando converso, tengo la sensación de que digo lo contrario de lo que pienso; cuando intento corregir las coordenadas, me extravío un poco más. Ayer por la tarde, conversando con H., a cada frase me invadía la sensación de que hablábamos de manera remota, y de que las mediaciones eran tantas que jamás se encontraban nuestros discursos, sino que proliferaban paralelamente sin llegar a tocarse.
15.06.21. Maldita ansiedad: estoy aterrado, aunque ya no sepa por qué. Sospecha de que hace rato se escogió una ruta de la que ya no habrá regreso.

16.06.21. Uno se abandona al influjo del sueño como el cuerpo en la caída se zambulle en el agua. En el leve vaivén que preside el hundimiento, el alma escenifica sus fases lunares, sus fórmulas periódicas. Estar allí es morir de mil maneras, estar allí es nacer como morir. Llegas, por ejemplo, o no apareces. Así como sucede cualquier cosa, no extraña que sueñes no soñar. A veces uno se abandona al influjo del sueño para sumergirse en el insomnio.

17.06.21. Los apagones se han convertido en realidad diaria. La decrepitud de la infraestructura insular es directamente proporcional a la de nuestro raquítico pensamiento, siempre entretenido y conforme con los fuegos fatuos que conocemos de oídas, de desarrollos foráneos que sostenemos como mercado de consumo, pero que no llegan a fundamentar nuestra propia potencia creativa. La incertidumbre nos devuelve al grado cero del desastre colonial, del cual el huracán María en 2017 no fue sino un nuevo episodio cuyas secuelas se prolongarán.

18.06.21. Historia natural del poema en prosa: el objeto de la investigación es un efecto retrospectivo de la lectura, un uso específico de la prosa, y no un producto intencional del autor. ¿Puede afirmarse en este contexto la equivalencia entre el paleontólogo y el crítico?

21.06.21. Día de los padres ayer. Los días festivos pertenecen a los muertos. ¿Cómo no pensar en quien ya no está? Los días festivos como formas de captar diversas dimensiones de una misma ausencia. El J. que me falta en navidad no es el mismo que me falta el día de las madres o el día de los padres. El hermano al que extraño el día de su cumpleaños no es exactamente el mismo que me falta en el aniversario de su fallecimiento o de su entierro. El tiempo también trabaja a los muertos. Los trabaja en cada uno de nosotros.

Leo y leo, pienso y pienso, cada vez más solo como lector y escritor. En cuanto me pongo a conversar, cada vez me siento más tonto, como si lo que me disponía a pensar lo hubiera pensado hace ya mucho tiempo, y como si hubiera retrocedido enormemente mi capacidad comunicativa. Llevo treinta años glosando lo que atisbé mejor a los veinte.

23.06.21. Todo se va desvaneciendo. Los deseos de todo. Todo deseo. Todo. Uno ya no sabe ni dónde estará mañana, ni si estará. Cuando vivir se parece a una cadena de rechazos. Cuando los días se reducen a esperar el próximo golpe. Cuando las calladas mañanas solitarias se convierten en el último refugio, antes del día, antes del miedo. Cuando toda anticipación deviene pesadilla, y la inminencia, catástrofe. Imposible vivir siempre en estado de catástrofe, como anotaba Pizarnik en su diario el sábado, 13 de octubre de 1963.

Baudelaire, en
Mi corazón al desnudo: “Cuando haya inspirado el asco y el horror universales, habré conquistado la soledad.”

24.06.21. Hoy volví a caminar mis cinco millas al amanecer, después de un año y tres meses sin hacerlo desde el comienzo de la pandemia. Pensaba que el largo encierro había inutilizado mi capacidad ambulatoria, pero me siento bien.

Semanas intentando recordar en qué texto Walter Benjamin habla sobre el lector cuya súbita iluminación profana lo lleva a arrojar de sí el libro que lee como si le quemara las manos.

25.06.21. Es posible que no haya una voluntad de modernidad ni un artista de vanguardia en el siglo XX más radical que Pessoa. Aclarar qué quiere decir eso implica derivar las conclusiones de las condiciones de producción que él mismo se impuso tanto como de la forma póstuma de su legibilidad. Acaso lo fundamental para esclarecer el caso Pessoa tenga que ver con: (1) su continuación –por decirlo así– del proyecto que Baudelaire inició con El spleen de París, y (2) su paralelismo –por decirlo así– con Calle de sentido único de Walter Benjamin. Poema en prosa y montaje son conceptos esenciales para pensar la actualidad de Pessoa. El artista que mejor personifica el desprecio del público de su tiempo es una de las claves de la enorme vigencia de ciertas dimensiones del siglo XX.

Los tres conceptos que deberían presidir mi huida ya próxima a Madrid: (1)
#el-poema-en-prosa, (2) el aforismo, (3) el montaje. Seguir estudiando allá sus dimensiones teóricas inmanentes. De vuelta en Santurce, trabajar con A Theory of the Aphorism (Andrew Hui), Prose Poetry: An Introduction (Paul Hetherington & Cassandra Atherton) y The Chatter of the Visible: Montage and Narrative in Weimar Germany (Patrizia C. McBride). Esos tres asuntos deben presidir mi seminario entre agosto y diciembre.

26.06.21. Leer la historia a contrapelo es discernir entre sus hebras el complot oportuno.

27.06.21. ¿Podría entenderse el surgimiento histórico de #el-poema-en-prosa como la verdadera emancipación de la poesía? ¿Emancipación de la prosa en tanto lenguaje comunicativo; emancipación de la poesía en tanto versificación? ¿Qué significa poesía en este contexto?

Pequeña historia natural del poema crítico: antología (notas de campo) como producto de la arqueología de la prosa post-1789 que exhibe claros indicios de la emancipación de la poesía. Para la configuración del concepto del poema crítico, tomar en cuenta el debate sobre la post-crítica.

28.06.21. Desarrollar el concepto de poema crítico de manera análoga a la de Vila-Matas cuando habla de ficción crítica. Más allá de la necesaria tipología del poema crítico, que irá desarrollándose sobre la marcha de su propia arqueología, recordar que el poema crítico escenifica, aunque sea veladamente, una escena de lectura. Recordar además que el poema crítico por antonomasia es un poema en prosa, aunque existen variedades del poema crítico en verso, como ilustra incesantemente la poesía de Borges.
30.06.21. En dos horas, cita con la psicoanalista, a quien no veo hace dos meses. Intentar recuperar esa interlocución que necesito. Perdí el hilo hace seis meses, y las últimas sesiones han sido el vano intento de recuperarlo. Como el minotauro errando en un laberinto del que no logra abstraerse.

Compré
La tercera fábrica / Érase una vez de Víktor Shklovski el 12 de marzo de 2013, en la librería La Tertulia en Río Piedras. Su discurso avanza por yuxtaposición, como en Una temporada en el infierno o El último lector. Modelos relacionados: Reader’s Block de David Markson, y Autorretrato de Édouard Levé.

01.07.21. En unos días volamos a Madrid. Tormenta acercándose a la isla. La noticia activa de inmediato ese estado de ánimo tan agotador que nos dejó el huracán María hace cuatro años. PTSD lo llaman. Ganas de perderme sosegadamente en Madrid.

06.07.21. Ayer llegamos a Madrid sin tropiezos. El apartamento entre Chueca y Malasaña es cómodo y con mucha luz natural. Queda en los altos del Mercado de San Idelfonso, a una cuadra de la librería Tipos Infames. Ayer deambulamos de café en café en lo que llegaba la hora del check-in. Café, agua y cerveza, y la comida oportuna, han disminuido los efectos idiotizantes del jet-lag y las seis horas de diferencia de horario que nos separan de San Juan. La acostumbrada caza de libros comenzó bien, con la compra de una joya largamente descatalogada: Por qué no he escrito ninguno de mis libros, de Marcel Benabou, con un prólogo delirante de Enrique Vila-Matas.

En el avión leí
La tercera fábrica de Shklovski, que subyuga por su ingenio provocador y excéntrico, cruzado con una erudición literaria y un olfato teórico eficaz y potente. Su yuxtaposición de rápidas afirmaciones, descripciones y evocaciones, la parataxis que las organiza, y el serio ludismo que gobierna el conjunto lo convierten en una obra de vanguardia muy viva, como Dirección única de Benjamin y el Libro del desasosiego de Pessoa. Aparte del gusto que da leer a Shklovski, importa su estilo paratáctico, afín al de Piglia en El último lector. Arte de la evocación rápida y de la interrupción, colocación estratégica del aforismo. En estos días leeré otros tres libros de Shklovski: (1) Zoo o cartas de no amor, (2) Maiacovsky y (3) Viaje sentimental por la revolución rusa, escritos con la misma prosa nerviosa, intermitente y a ratos lírica de la crónica del autor del célebre ensayo “El arte como artificio”.

Después de un año de encierro en San Juan a causa de la pandemia, y algo entumecida mi vieja voluntad de callejeo cotidiano, regresamos a Madrid tras dos años de ausencia y veintitrés desde mi primera estadía en la ciudad. Enseguida me siento como pez en el agua, a pesar del desconocimiento de la duda de tantos castellanos. La ciudad va reabriéndose al turismo, aunque afortunadamente todavía escasean las aglomeraciones típicas de estas fechas.

08.07.21. Tercera noche en Madrid y ya me domina el insomnio. Escribo de nuevo en la madrugada, sin encender la luz, metido entre las sábanas, con Z. acurrucándose a mi cuerpo mientras deletreo en el teléfono. Preferiría dormir, pero es grato recuperar este rito diario de escritura que, como gesto furtivo, se ajusta al silencio y la oscuridad de un cuarto recién conquistado, aunque sólo sea para el desvelo. Tantos años insistiendo en esta vocación de escribiente itinerante apenas me dejaron la ocasión de distanciarme lo suficiente de la idea que tengo de mí mismo como escritor como para darme cuenta de que todo lo que hago está impregnado de una dosis de ridículo que sólo yo percibo. O que sólo yo no percibo.
09.07.21. Es noche cerrada en la habitación silenciosa. Después de tres horas dando vueltas en la cama intentando no despertar a Z., vuelvo a tomar el teléfono de la mesita de noche para saturar el tiempo vacío de minuciosas inutilidades que sin embargo son mi vida. ¿Se puede estar tan loco como para insistir a lo largo de treinta años en una tarea cuyo valor francamente se desconoce y del cual se duda? ¿Se puede confiar en alguien que a lo largo de su vida productiva ha insistido en continuar con una práctica que no conduce a ninguna parte? ¿Cuán ilusorio ha sido este destino personal de artista que me he inventado tercamente desde el año noventa y uno? ¿O es esta incertidumbre que mis noches glosa la literatura misma?

11.07.21. En una semana en Madrid he pisado unas cuantas librerías. Una parte importante de estos viajes es el merodeo bibliográfico. Me ha sorprendido no haber encontrado en ninguna librería de la ciudad nada del argentino Juan Forn, acaso uno de los lectores más singulares de la lengua, fallecido hace algunas semanas. Ni siquiera di con algo suyo en La Central, donde durante veinte años de viajes a la península he conseguido muchísimos libros europeos y latinoamericanos imposibles de encontrar en Puerto Rico. Diríase que vengo casi todos los años a España a enterarme de lo que se publica en Latinoamérica, por más disparatado que pueda sonar. Habría que glosar y matizar dicha afirmación. Lo de Forn, su ominosa ausencia en las librerías madrileñas, no puede ser casualidad: era un gigante del mundo editorial y del periodismo cultural argentino de los últimos veinticinco años, con clara proyección internacional. Quizá se trata de los efectos siempre renovados de la antigua disputa entre la vetusta metrópolis ibérica y la orgullosa cultura porteña de la excolonia. Con Juan Forn desaparece una práctica de escritura de la lectura que remite a las de Borges y Piglia, y tiene algo que ver también con el ensayo narrativo o la narración ensayística de Sergio Pitol, Roberto Bolaño y Enrique Vila-Matas. Cuando se haga una tipología del lector como creador a comienzos de milenio, Forn encabezará la lista.

12.07.21. La mayoría sólo mira la vida pasar. Como quien mira un tren en movimiento cuyo final de trayectoria desconoce. Como quien está tan distraído que no se sorprendería de verse tras uno de los cristales del vagón en marcha diciendo adiós con la mano.

15.07.21. #el-poema-en-prosa como fenómeno no binario: su dilucidación conceptual supone, primero, el desmontaje de su nombre falso. El poema (Imaginario) en prosa (Simbólico) son cuatro palabras que pretenden tapar el abismo innombrable (Real) en su seno. Un artículo, dos sustantivos y una preposición simulan domesticar justamente una instancia discursiva que desborda el signo lingüístico. Hoy leí en algún libro en La Central que Juan Ramón Jiménez le llamaba “poema seguido”. Fue una tontería no anotar el dato al momento, pero no debe ser imposible volver a dar con esa página. Con la página que no doy por más que me esfuerce es con aquella en la que Benjamin identifica ese momento en el que lo que está leyendo le fascina y subyuga tanto que se ve movido a lanzar el libro de sí como en un acto de autopreservación. Hay que intentar explicar con precisión por qué se avienta el libro en dicha escena. ¿Qué hace que dicha escena sea una de peligro? ¿Qué pasa ahí? ¿Y qué pasa en el en del concepto de poema en prosa?

16.07.21. Ayer en la tarde, larga caminata desde Malasaña hasta la Estación de Atocha vía el Centro y Lavapiés, tomando cuanta calle lateral desviaba y aplazaba la meta. Sin prisa, buscando la acera imprevista y el rodeo incierto. Más que mirar con detenimiento, quería fluir y respirar, procurando la sombra, procurando el desvío sin que importase perder la ruta pues no había ninguna predispuesta. La temperatura, agradable, aunque a ratos el sol ardía en mi cabeza rapada y descubierta. El uso de la mascarilla ya sofoca lo suficiente como para también ponerse una gorra, aunque la necesite. Paré un rato en La Central del Museo Reina Sofía, donde encontré una edición agotada de los fragmentos en prosa de Mallarmé sobre El Libro. Me vendrá bien para la preparación del seminario sobre #el-poema-en-prosa que comienzo en un mes. De los grandes simbolistas que escribieron poemas en prosa, los de Mallarmé son los más inaccesibles tanto por su dificultad como por la escasez de traducciones disponibles. Pensaba traerme a Madrid el volumen de sus Divagaciones traducido al inglés por Barbara Johnson, pero finalmente me decidí por la compacta traducción del Libro del desasosiego de Pre-Textos, que releeré en Lisboa en unos días. Salir hoy a mi larga caminata solitaria y toparme con ese raro libro del gran poeta simbolista me ha parecido providencial, en un sentido modesto y profano. Celebré el hallazgo con dos pintas de cerveza amarga en la Fábrica Maravillas de la Calle Valverde, en Malasaña, de donde volví al apartamento en la Fuencarral, no sin antes pasar por la Calle del Barco por algo de comida griega.

Mallarmé: “Narrar, enseñar, incluso describir, está bien y aunque para intercambiar el pensamiento humano bastaría, quizás, a cada cual con tomar o poner en silencio en la mano de otro una moneda, el empleo elemental del discurso alivia el universal reportaje del que, exceptuada la literatura, participa todo entre los géneros de escritos contemporáneos. Es preciso, si se hace literatura, hablar de distinta manera que los periódicos.” (FRAGMENTOS SOBRE EL LIBRO, 78)

17.07.21. Cada vez que regreso a Madrid vuelvo a preguntarme por qué reincido. Quizá se deba a mi predilección por ámbitos donde se equilibren lo familiar y lo imprevisto. La lengua y el paisaje sonoro también importan. La escritura para pasado mañana es el eje que estructura mi vida; cada viaje me permite dedicarme durante algunas semanas o meses a actividades que me procuren el estado mental y existencial propicio a su ejercicio, aunque se trate sólo de mi diario. Caminar en una ciudad parcialmente conocida me permite un tipo de exploración relajada o atención distraída que no amenaza con convertirse en el objeto dominante de mi escritura. Si la ciudad no me deslumbra ni avasalla a cada paso, puedo sostener una concentración propicia. Una concentración, digamos, lo suficientemente aguda para que dure, y lo suficientemente relajada para que se desarrolle en direcciones insospechadas. Para este tipo de viaje, que siempre supone un desarreglo considerable de la economía doméstica, necesito tener a mi alcance buenas librerías que me permitan un frecuente merodeo aleatorio por diversos barrios de la ciudad, lo que estimula mi imaginación, mis piernas y mis pulmones. Lo que leo siempre tiene efectos concretos sobre lo que escribo, aunque no exista un vínculo explícito entre ambas cosas.

20.07.21. En potencia, #el-poema-en-prosa es cualquier prosa breve que sea capaz de suscitar efectos concretos y discernibles en quien la lea. Su factura puede ser intencionada o encontrada. La exégesis es imprescindible para discernir el efecto aludido, de lo cual se desprende que el poema en prosa es primero que nada un uso del lenguaje y un efecto de la lectura. Uno puede escribir un poema en prosa, o recortarlo de una superficie preexistente; es tanto un producto de la escritura como de la lectura. Una Historia natural del poema en prosa supone compendiar aquellos textos que se elaboraron intencionalmente como poemas en prosa tanto como recortar los especímenes que puedan discernirse en el bosque espeso de la prosa universal.

22.07.21. No leer excesivamente a lo largo de las tres semanas que llevamos en Madrid me ha permitido escribir ininterrumpidamente. Las caminatas diarias por la ciudad y las visitas a librerías y bares crean un estado propicio a la escritura. Comienzo en la madrugada, en la cama, con Z. durmiendo a mi lado; apunto y bosquejo cuanto puedo, concentrándome en seguir un hilo conceptual, como por ejemplo #el-poema-en-prosa. Luego, como a las ocho, con abundante café, corrijo todo en la computadora, y ahí comienza una segunda sesión de escritura que consiste en la revisión y amplificación de lo bosquejado.

Cuando se afirma que lo esencial de
#el-poema-en-prosa se juega en la preposición de lugar, en el en, se destaca su naturaleza performativa, su carácter escénico. Esa naturaleza performativa, ese carácter escénico, es de índole portátil, acontece sobre la marcha, en su devenir. Acaso haya que entender la fuerza preposicional de dicho devenir en un sentido similar al de la expresión mise en abîme. Puesta en abismo: escenificación.

25.07.21. Apenas seis horas en Lisboa bastaron para que viera que no querré marcharme de aquí. El cambio de temperatura y de la humedad en comparación con Madrid es muy favorable. Iniciamos el recorrido por la ciudad con una visita al estimulante TimeOut Market: sopa verde, calamares fritos, tataki de atún y vino verde. El ambiente, notablemente relajado. Luego, breve caminata por los alrededores, antes de regresar al apartahotel a descansar.
He venido a Lisboa a reconectar con aquel que fui hace treinta años, cuando descubrí #el-poema-en-prosa en las páginas del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa. La voz desencantada del heterónimo Bernardo Soarés fue aquella temprana forma de legitimación que encontró mi tristeza y mi escritura a comienzos de los noventa. La relectura que hago en estos días del Libro del desasosiego es también una introspección, una vuelta a los comienzos de mi escritura. En Pessoa aprendí a decir mi soledad y aceptar mi misantropía. En Pessoa aprendí a cultivar y a modular un tono íntimo y una vocación de complot. La verdadera legibilidad es póstuma, como decía Emilio Renzi. Con Pessoa aprendí a escribir sin que me importara no ser leído. Con Pessoa aprendí que escribir es mi manera de estar solo.

26.07.21. Una de las evidencias de la legitimidad de una lectura del Libro del desasosiego desde la óptica de #el-poema-en-prosa es el hecho de que Pessoa cifrara el núcleo conceptual del libro en el plano afectivo del desasosiego, como lo había hecho Baudelaire con el spleen, Rimbaud con el desarreglo de los sentidos, o Borges con el fervor. El Libro del desasosiego es para Pessoa lo que Una temporada en el infierno para Rimbaud. La insistencia de la crítica dominante en que se trata de un diario pretende neutralizar la rareza de una escritura que siempre está en vías de ser otra. Pessoa no era un cronista de su tiempo ni de su vida, en el sentido vagamente periodístico que se le da a esa imagen. Su configuración incesante de máscaras, de personae, no fue un pacto con la realidad, sino su cuestionamiento. La lectura del Libro del desasosiego como diario lo empobrece con su insistencia en una mirada realista. El libro no es registro ni bitácora, sino laboratorio de la escritura; allí no se consigna un ser sino que se da una escenificación. Se trata de la poesía en prosa del poeta que, además de ensayar las máscaras y los modos de versificación más diversos, decide (como Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont y Mallarmé) desbordar su lenguaje más allá de los surcos. El hecho de que Pessoa se negara a darle forma definitiva a ese libro en el que trabajó toda su vida es una afirmación de su implacable voluntad de experimentación, de su oficio de la escritura como experimento personal, de su férrea resistencia a la convención social de reconocerle sentido a aquello que parece acabado, y de definir unívocamente aquello que se resiste a definiciones definitivas.

No vine a Lisboa con la pretensión intelectual de conocerla; vine a sentirla en las calles que atravieso sin procurar recordar su nombre, en los rincones que no consignan mapas ni guías. Viajar se ha convertido en otra forma de divagar por el centro comercial, que se recorre con un carro de compras que se abarrota indiscriminadamente. Antes de salir de su casa, el turista hace listas de aquello que ya sabe que verá: sólo quiere ver lo que alguien más le dice que debe ver. Viajar se ha convertido en una forma de consumo que confunde la experiencia con los cientos de fotos que almacenan los teléfonos. Cada una de esas fotos hurta la posibilidad de ver lo que se creía ver. Así, se divaga por una ciudad que se pierde por el mismo lente por el que se cree capturarla. Pienso todo esto sentado en un viejo banco de madera de una basílica entre Chiado y Barrio Alto de la que lo desconozco todo, pero sintiéndome acogido al frescor de su sombra.

27.07.21. Decir menos cada vez más. Alcanzar, no la economía lingüística, sino la del alma. No conformarse con parecer estar ausente: marcharse cada día un poco más. Al respirar, alcanzar poco a poco la perfecta vacuidad. No sólo esconder las intenciones: llegar a no tenerlas. No dejar que la muerte nos sorprenda: llegar a estar a su altura en el momento indicado.

28.07.21. Durante cuatro semanas, he escrito en el teléfono y no en la computadora. Esto ha propiciado un registro ágil que lo mismo acontece en la cama, cada madrugada, en los aviones, en cafeterías y restaurantes, en plazas y en parques, y dondequiera que se presentan las ideas, o las ganas o la voluntad de escribir. Escribo incluso sentado en el baño. Traje un cuaderno nuevo para llevar de forma manuscrita este diario de viaje, y ni siquiera le he quitado la envoltura. Creo que ha sido importante este giro tecnológico de mi escritura, que comenzó a darse intermitentemente en 2017, después del huracán María, y que sólo ahora se ha transformado en un modo estable y portátil de producción. Todo alejamiento de la computadora como vector de la realidad beneficia mi escritura. No he permitido que mi uso del teléfono tenga el mismo alcance que mi uso de la computadora, con lo cual evito que se convierta él también en vector de una realidad de la que huyo.
 
29.07.21. Ayer recorrimos lenta y atentamente las estrechas y empedradas calles del barrio laberíntico de Alfama, cuna del Fado. Sus empinadas cuestas, mucho más que las de Barrio Alto, tejen un oscuro sistema de pasajes que desde el lejano medioevo fueron zona de convivencia entre moros, judíos y cristianos. Entramos y estuvimos sentados un rato en dos de sus antiguas iglesias, donde pudimos gozar de un fresco silencio acogedor, y más tarde paramos en la Catedral de Sé, del siglo XII, donde no ingresamos por lo agotados que ya estábamos y la abundancia de turistas. El recorrido nos recordó el que hicimos en Toledo hace dos o tres años, con sus cuestas y numerosos callejones sin salida que da gusto ver. Decidimos perdernos por sus calles sin consultar el mapa ni el GPS, y fuimos comprobando que logramos fluir por el laberinto sin someternos a demasiadas de sus trampas, sin caer en círculos viciosos que duplicaran o triplicaran el recorrido. Aunque el sol ardiente lastimaba, la sombra de muchos de sus callejones y la brisa del Tajo ayudó a que no nos sofocáramos. De vuelta, bastante cansados, volvimos al TimeOut Market, tomamos cerveza, y luego cenamos comida tailandesa y vino verde. Uno de esos días sin planes prefijados que acaban siendo los mejores, y que nos devolvieron a Z. y a mí ese gusto por perdernos en un lugar desconocido.

30.07.21. La lectura cronológica del Libro del desasosiego demuestra que Pessoa, al igual que Baudelaire en El Spleen de Paris, fue modelando su noción de #el-poema-en-prosa sobre la marcha, sin que tuviera en mente un modelo genérico preestablecido. La variedad de tonos, modos y tipos de prosas breves, desde el lírico al aforístico, desde la entrada de diario a la reflexión filosófica, desde la anotación rápida a la elaboración alegórica, desde el relato a la plegaria, ponen en marcha una productividad de prosas breves que difícilmente se ajustan a ninguna preceptiva. El poema en prosa es una performatividad, un transgénero, siempre en vías de ser otro. Como en Baudelaire, se va rápidamente del diálogo elíptico a la metáfora sostenida, de la descripción a la introspección, del recurso a las estrategias simbolistas y su poética analógica a la vislumbre del desenfadado tono vanguardista. Posromanticismo y misantropía, aristocratismo espiritual y pulsión anarquista, son otras de las líneas de fuerza que modelan la acentuada variedad de sus prosas breves. En Baudelaire y Pessoa, como en el Rimbaud de las Iluminaciones y en el Benjamin de Dirección única, el poema en prosa es aquello que genera un laboratorio de la escritura, un experimento personal con las formas breves de la prosa, y no la línea de producción de un género. Rimbaud: Yo es otro; Pessoa: Vivir es ser otro.

31.07.21. En el avión, de vuelta a Madrid, y luego a Newark, y a San Juan. Se me ocurre que lo primero que habría que decir sobre el Simbolismo es que no existe. Es lo que sucede con muchos de los movimientos artísticos modernos anteriores a la pulsión de proclamas y manifiestos que caracteriza los comienzos del siglo XX. Los ismos posrománticos que se multiplicaron entre 1800 y 1900 son, más que escuelas organizadas y reglamentadas por una serie de principios, movimientos informes, asociaciones de intereses mutuos que no cuajaron como gestos uniformes. Los simbolistas más famosos, aquellos que solemos identificar con dicha etiqueta –entiéndase Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé–, no usaron dicha palabra para referirse a sí mismos. El de Simbolismo es un concepto retrospectivo que algunos artistas y críticos usaron para prestigiar su trabajo, o para revestir de falsa unidad a una serie de prácticas y de objetos irreductibles. El concepto de Simbolismo evade toda eficacia simbólica.

08.08.21. Saco a mi ausencia a pasear por Santurce como otros sacan al perro. Mi ausencia olisquea por aquí y por allá, siempre entretenida en los rincones. Y ahí voy yo detrás de ella, recogiendo los desechos.

La aparición histórica de #el-poema-en-prosa marca el momento en que el Simbolismo obediente a prescripciones o normativas ideológicas, retóricas y poéticas, decide abandonarse a la objetividad de su acontecer en tanto proceso abierto. Es el salto que va de Las flores del mal a El spleen de París. Podría afirmarse que la aparición histórica de #el-poema-en-prosa inscribe un gesto de modernización radical dentro de la poesía moderna. Con Las flores del mal, Baudelaire había llevado a la poesía en verso a su mayor grado de modernización, pero todavía dentro de la tradición poética occidental. La aparición póstuma de El spleen de París supuso su tardía huida hacia adelante, al modo de Rimbaud (quien tuvo desde la adolescencia una conciencia muy clara de la dimensión mezquina de la perfección formal en Las flores del mal). El spleen de París marca el momento en que la poesía simbolista, como acmé de la modernidad poética de su época, alcanzó su grado máximo de auto-conciencia (la que anunciaba Poe), yendo más allá de cualquier “Filosofía de la composición” que pueda ser codificada, y descubre que su posible lúcido avance no descansa ya en correspondencias o armonías preestablecidas, sino en la capacidad de una improvisación que se nutra de su propia lógica inmanente mientras acontece su suceder, sobre la marcha, como una caída en el vacío, como un andar descalzo en completa oscuridad.

13.08.21. Tener que pensar y armar mis cursos del semestre ha interrumpido mis investigaciones sobre #el-poema-en-prosa. Paradójicamente, ambos cursos versarán sobre esta investigación en marcha que la preparación de los cursos interrumpe. Enseñaré sobre #el-poema-en-prosa todo aquello que dicha enseñanza, que frena mi investigación al respecto, me prohibirá llegar a saber sobre el tema. He ahí cómo se da en mí la contradicción entre el oficio y la vocación: ahora que “sentaré cátedra” sobre #el-poema-en-prosa es justo cuando tendré que diferir mi investigación para donar un saber que no poseo. Este es el resultado de ser docente en un recinto universitario que se ufana alabanciosamente de ser uno de investigación, un recinto doctoral, aunque carece de sabáticas y mecanismos que viabilicen una investigación que fundamente la cátedra.

06.09.21. Pasa con la Marginalia de Poe lo mismo que con Mi corazón al desnudo de Baudelaire: ambos textos carecen de una comprensión como manifestaciones estéticas y existenciales plenamente modernas. Lo mismo sucede con Otras inquisiciones de Borges. No hay que seguir leyéndolos como mero apoyo del análisis normalizado de las fracciones que supuestamente son verdaderamente canónicas de sus obras, sino reconocerlos como objetos autónomos. Esas escrituras marginales o íntimas son laterales, pero lo central está en la periferia, lo fundamental es lateral. Hay que emancipar la lectura de esos textos, dejar de acatar el lugar secundario que la crítica académica les ha asignado y trasladarlos al centro, no para monumentalizarlos, sino para dejar que ejerzan su potente función menor o lateral.
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(Cádiz, 12.06.24)​​​​​​​
Noel Luna (Santurce, Puerto Rico, 1971) es escritor y profesor universitario. Estudió Ciencias Políticas y Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, y se doctoró en Poesía Latinoamericana en la Universidad de Princeton. Ha publicado poesía y ensayo en revistas y antologías nacionales e internacionales. Es autor de los poemarios ‘Teoría del conocimiento’ (2001), ‘Hilo de voz’ (2005), ‘Selene’ (2008), ‘Música de cámara’ (2009), ‘La escuela pagana’ (2014) ‘Luz negra’ (2018) y ‘Breves peroratas desde campo enemigo’ (2021). En 2022, publicó el libro de crítica ‘La caricia de lo inútil: Ensayos 2002-2021’. Fue coeditor del libro ‘Ricardo Piglia: Conversación en Princeton’ (2000), y editor de ‘Fiel fugada: Antología poética de Luis Palés Matos’ (2008). Su poesía ha sido reconocida en certámenes auspiciados por el Ateneo de Puerto Rico (1996), El Nuevo Día (2000), El Pen Club (2003 y 2006), el Instituto de Literatura Puertorriqueña (2006) y el Instituto de Cultura Puertorriqueña (2017). Es Catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

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