ANTES DE LA LUZ

(Fragmento de
Intermitencias del azur)
​​​​​​​
El coro de niebla
se interrumpe al paso del Señor del Sonido
una parte de su fantasma
se sacude con la apoplejía del marinero.
El Astro se pasea,
orgulloso como una nena de veinte años
que, a la orilla de la fuente,
hace la procesión de risas
y se maquilla para ser vista por el hombre desnudo que moja su sexo
porque está hecho de bronce
como las espadas de los aqueos
y a ellas les encanta el bronce
y las espadas.
Conforme el Astro avanza
las personas siguen su luz
como los pájaros
que saben que el ojo se escucha
igual que la excavación de gusano en las nubes,
igual que esperar,
percibir el quiebre del tronco
cuando la brisa del surtidor
ha podrido su núcleo
y el frío seco del ruido
desgarra la superficie
con la impertinencia del cartel.
Es, en realidad, la prisa antigua
no habitar la primera persona
no festejar lo festejable
olvidar el aullido del coyote
porque nos molesta el ruido de una flor diminuta
sobre el motocross.
Vi un líquido pegajoso entre los poros de un caballero;
percibí el olor de sus manos
y su peso de naftalina
y agua de colonia
me cayó como un pez muerto.
Invoqué
la sombra henchida del actor,
ella, que se estruja al falo,
como un pomo de carne puesto en la plaza
sus vellos
dilatados como la gota de pintura
disuelta en agua o en corrosivo.
Me pareció hermoso.
En ese momento desahuciado, antes de la luz,
creo en el desperdicio de maná blanco,
sospecho lo aburrido que debe ser morir
por el gemido falso de la pornografía.
En el mismo lugar, parece,
donde se cultiva
la gema del alquimista
el hechizo del anacoreta,
hay otros impulsos menos elegantes,
la compulsión,
que es un consumo industrial de placer,
una asfixia de capullos,
revoltura de tierra
en pleno germen,
que mata al brote;
es el perfume del jarro
en la tumba del faraón.
Pero quiero hablar, también,
del derecho al placer
y le pregunto al célibe hijo de la luz
si está libre del apremio;
qué piensa el ermitaño
de la seducción de quien se entrega a ser visto
y entre el grito fingido
descubre un flujo real
cierto olor a satisfacción
cierto deseo que es ánima.
Señores: ¿no han sentido dentro suyo la gravedad que atrae inevitablemente a los cuerpos?,
¿no perciben en sus manos el olor de su propio sexo o del sexo ajeno?,
¿será posible que ese galo azul venga del mismo lugar que la compulsión?
¿Mas-tur-ba-ción?
Es posible.

RESPETO A QUIEN RESPETO MERECE

Respeto a quien respeto merece

A la mujer trabajadora; a ellas
la hoja elegante, la insistente
la hija de la Gran Madre
la que lleva al brazo
a sus hijos tierra
digna raíz
ella
su consejo
matronas todas
escritas llevan manos
que curan al enfermo, que
labran la tierra, si ven fuerte
la proveedora, la señora, la hija
Respeto a quien respeto merece

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