En el 2004 se lanzó, tanto en Canadá como en el resto del mundo, el primer disco de la artista canadiense (Leslie) Feist. Acomodo su primer nombre en un paréntesis porque no soy para nada una persona cercana a ella, sin importar que cargo y ando junto a sus canciones con amor. Quisiera decir muchas cosas maravillosas sobre el lugar de las canciones dentro de nuestras vidas— o al menos, tan solo, de la mía— pero me interrumpe la bocina del cartero, indicando que tiene un paquete que entregarme. Esa tarde recibí una copia del último libro de Jonatan María Reyes titulado, Lo común también cruje (La Impresora, 2020). Lo primero que leí fue su epígrafe, una línea acreditada a la poeta Denise Levertov, cuya poesía conocí sentado en el espacio donde comúnmente me acomodo en mi casa, junto al de una variedad de poetas y autores que mantuvieron cierto dialogo conmigo y algunes de mis amigues. El libro de Jonatan, por decir poca cosa, me llamó la atención inicialmente porque no tenía idea de quién era su autor en su momento. Apuntando a una declaración más personal y a un modo de lectura que no intenta disfrazar a la persona que redacta como a quien laboró los poemas, creo que sería propio decir que Jonatan y yo jamás nos hemos visto en persona, pero sí nos tenemos en Facebook (que debe contar para-y-por algo… creo). De sus veintiocho páginas de contenido marqué diecisiete, algunas más de una vez. Y ahora, a pocos meses de cumplir un año de mi lectura inicial, me siento a escribir esta nota pensando en los detalles de la vida un-tanto común que presenta Jonatan, así como mi propio marco referencial.  En el poema 1.5 Jonatan escribe: 
“…hay familias
que parecen coexistir detrás de la
maqueta de la sala, del salpullido
de los programas de chismes
de la diet coke, del repelente de
mosquitos, de la lotería, del asma
y del horrible estampado que cubre las paredes”—
—marcando un territorio que resuena con el Puerto Rico actual, así como con aquello que resalta Levertov en su epígrafe: “El desorden es lo común.” Pero creo que no hay nada común de un paisaje desprovisto, apabullado por el ruido de camiones de basura, programas de televisión cantando al unísono por el vecindario y mucho menos de una voz que escribe como quien se da a la tarea de reconocer la falta como verbo; ese pequeño intento de repelar aquello que se ve y se ignora a simple vista. 
     En este punto es posible que te preguntes por qué traje a colación a una poeta que no cité hasta más tarde y a una cantante a la cual no he regresado, pero le aseguro tanto a Jonatan como a la Feist del 2004 y actual que todo tiene un poco que ver con lo otro. Principalmente pensé en construir esta nota con un esquema similar al libro de Jonatan, mas ahora creo que para hablar tan personalmente de algo es importante obviar ciertos modos de distanciamiento, tales como: referirme al autor en cuestión solo por su apellido, así eliminando aquella cercanía que nos ha provisionado el espacio virtual, y el tratar de separarme por completo de una poética que no se sienta a tenor con “toda la logística / que necesita ese paisaje para / no esfumarse del todo.” Esto último es nuevamente una cita del libro, la cual mantengo en una libreta de apuntes y subrayada bajo bolígrafo negro en la página que le corresponde en el texto. 
   Entonces, me es necesario regresar a aquel inventario de detalles que Jonatan va creando a lo largo de las cosas comunes. Hay, en cierto modo, nociones de edificios que resultan ser breves, no por su apariencia, sino por el poco tiempo que duran en nuestra mirada. También hay perros que observan a personas entrar y salir como-a-de lugar, apartamentos vacíos salvo por una lámpara, la quietud de objetos que se toman por sentados, así como tiroteos que provienen de películas y de distintos puntos del país. Cuando menciono dichas cosas las hago pensando, de forma casi rígida, en lo vulnerable que me parece ser la escritura que se asume tan de frente, con poca cosa por esconder. Y si hay algo que Jonatan detalla o, al menos, imagina es que, de tanta realidad presentada, ¿cuáles de estas cosas “significan algo más que un carajo?” Es por ello por lo que al despertar esta mañana pensaba, casi inevitablemente, en que la poesía que Jonatan comparte con nosotres (específicamente la que encontramos aquí) podría tratarse de una serie de retratos imaginados, escenas de una vida que aún está por suceder, aunque no lo parezca. 
   Regreso ahora a Let It Die, el primer disco solista de Feist donde, en la segunda canción, titulada Mushaboom, la cantante expresa su deseo de algún día construir una familia, mientras reconoce que su actualidad para nada refleja aquello que tanto añora. Abre diciendo: “Helping the kids out of their coats but wait the babies haven’t been born.” Es en esta declaración donde tanto Jonatan como Feist dialogan sobre hechos fuera de su alcance, descripciones sobre la inconformidad que crecen y se alimentan de territorios aún por visitar, de la necesidad de sujetarse de la imaginación a falta de un cambio de escena inmediato. Más adelante Feist añade: “talk to the neighbours and tip my cap / on a little road barely on the map” lo cual, siento, presenta la posibilidad, aunque pequeña, de que aquel punto fijo desde donde Jonatan se presenta no es más que otro borde que rodea el esquema de una ciudad trazada por los pliegues de su mente, utilizando sus alrededores para plantarnos en su norte: uno que incluye aquel breve pero fugaz intento de declararnos que “a veces el único poste / de luz que sigue en pie, enciende / y parpadea, y [que esa] es toda la logística / que necesita ese paisaje para / no esfumarse del todo.” 
   Reconozco que a primera instancia mi intento de mezclar ambas perspectivas puede verse como muy ambiguo o lejano. Sin embargo, esta es, a mi entender, parte de la manera en que me he relacionado con el texto de Jonatan, creando así una serie de pliegues equidistantes entre sí: hileras que ofrecen una borradura de las partes del país que conozco directamente, así como las que no. La ciudad que Jonatan habita y/o describe podría muy bien ser un punto en específico de Puerto Rico o de cualquiera de los otros rincones del mundo donde ha vivido. O simplemente podría tratarse de un barrio pensado, una mescolanza de los suburbios y complejos de apartamentos, gasolineras, patios, balcones, paredes grieteadas y llenas de grafiti que conforman la comunidad que él nos ha plasmado a lo largo de este libro. Si es así, entonces no veo cómo no incluir mi propia versión de esta, un lugar que muy bien podría ser una mancha en los bordes de un mapa o un intento de salirme del medio o de todo, utilizando las cosas que he considerado como propias para hacer de este pedazo del mundo un país o ciudad habitable. Y así como Jonatan, cito a Denise Levertov, aunque esta vez para ofrecer una especie de conclusión: “and though / by day we are singular and often lonely,” cosa que continuamente me recuerda que nuestro interior también está propenso a despedazarse y crujir en cualquier momento. 

Si desea adquirir una copia de «Lo común también cruje», puede hacerlo accesando a la tienda en línea de La Impresora, en Librería Laberinto (Viejo San Juan, Puerto Rico) o en la librería La Esquina (Río Piedras, Puerto Rico).
Jonatan Reyes nació en Santurce, Puerto Rico. Ha publicado los libros Actias luna (Gato Malo Editores, 2014), Perdíamos la gracia y el verano (2017), Data de otro ardor (Editorial Verbum, España, 2018) y Databending (Barnacle, Argentina, 2019). Su poesía ha sido traducida al italiano, griego, inglés, francés y portugués. Es editor de la revista de poesía Low-fi ardentía. 

Jean Alberto Rodríguez-Torres (Bayamón, Puerto Rico, 1997) es poeta, músico, editore y traductore. Es autore de Las dimensiones finitas (Ediciones Aguadulce, 2019) y de El resto del mundo es lo que sigue (Editorial Pulpo X Demoliendo Hoteles, 2022). Algunos de sus textos aparecen en diversas publicaciones tanto físicas como digitales. Como traductore ha trabajado versiones de las obras de Jack Spicer, Mary Oliver, June Jordan, Mark Strand, entre otrxs. Coordina el blog reappearing acts; y en su tiempo libre le gusta dormir en los parques, compartir con amigues, reírse fuertemente y crear playlists. Además, la gente dice que da tremendos abrazos.
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