No tuve tiempo de despedirme.
para anunciar su partida.
Yo, indiferente, sobre una roca
pensaba en el silencio de los mares.
Caras ajenas de la misma moneda.
Sin embargo, compartíamos el mismo piso.
Base gris que contenía los huesos
de nuestros abuelos, de nuestros primeros padres.
Sus pies tenían raíces.
Pero yo, obstinado, solo miraba la palma de sus manos.
Quería creer que no era un árbol.
Esta era una hoja marchita que caía, lentamente,
en aquel lienzo que contenía a nuestros antecesores.
esperando encontrarme en ese mismo suelo,
aunque no tenga las raíces de mi padre.
El alma es un ramillete de emociones y sensaciones.
Juntos forman la persona
y la persona se encuentra como uno entre tantos
y, posiblemente, como tantos parecidos
a uno mismo que se representa a sí.
Entonces, en la bulla de las multitudes,
sus plegarias, porque le enseñaron a rezar antes que comer,
se transforman en un himno repetitivo,
con sesgo de diario dominical.
Los lunes y los martes se escapa de clases
para ver nadar a los peces. La gente camina tras él,
pero es el ciervo quien realmente lo ve.
No hay palabras para un sinsabor.
El cuerpo y el alma forjan a la persona,
pero la persona se encuentra perdida
entre los parecidos de su entorno.
mientras el reflejo se traga
lo que queda de miedo.
solo queda uno.
porque el tiempo es un constructo de la mente
para no perderse en el caos.
El caos es el cabello entre los dedos.
El caos son cuatro piernas entrelazadas.
pero no hay un arriba ni un abajo.
Los cuerpos que copulan
pueden estar en orden inverso sobre la cama
y el orgasmo seguirá su proceso natural.
enfermó de locura.
Es el hábito delicado de otorgar un suave roce
a la piel que se esconde entre los pliegues
de la entrepierna.
con las inmaculadas sábanas del hotel.