METAFÍSICA DEL SOL MUERTO

Aqueronte recoge el cuerpo de mi padre.
No tuve tiempo de despedirme.
A las doce ya cantaba la cigarra
para anunciar su partida.
Yo, indiferente, sobre una roca
pensaba en el silencio de los mares.
Nosotros, él y yo, siempre fuimos opuestos.
Caras ajenas de la misma moneda.
Sin embargo, compartíamos el mismo piso.
Base gris que contenía los huesos
de nuestros abuelos, de nuestros primeros padres.
Mi propio padre era parte de ese suelo.
Sus pies tenían raíces.
Pero yo, obstinado, solo miraba la palma de sus manos.
Quería creer que no era un árbol.
Pero ya no tenía sentido buscarle la palma.
Esta era una hoja marchita que caía, lentamente,
en aquel lienzo que contenía a nuestros antecesores.
Yo, indiferente, me consumo con el tiempo,
esperando encontrarme en ese mismo suelo,
aunque no tenga las raíces de mi padre.
Solo tengo su perfil estoico: callado, inmune al olvido.

SOLEDAD

El cuerpo es un conjunto de composiciones sólidas.
El alma es un ramillete de emociones y sensaciones.
Juntos forman la persona
y la persona se encuentra como uno entre tantos
y, posiblemente, como tantos parecidos
a uno mismo que se representa a sí.
Entonces, en la bulla de las multitudes,
sus plegarias, porque le enseñaron a rezar antes que comer,
se transforman en un himno repetitivo,
con sesgo de diario dominical.
Los lunes y los martes se escapa de clases
para ver nadar a los peces. La gente camina tras él,
pero es el ciervo quien realmente lo ve.
No hay palabras para un sinsabor.
El cuerpo y el alma forjan a la persona,
pero la persona se encuentra perdida
entre los parecidos de su entorno.
¿Quién soy? Pregunta a un espejo,
mientras el reflejo se traga
lo que queda de miedo.
Cuando el día acaba,
solo queda uno.
Uno mismo.

SEXOMORIO

Dulcinea quiso tener un amorío con Paris.
En el tiempo, todos se unen,
porque el tiempo es un constructo de la mente
para no perderse en el caos.
El caos es el vello púbico sin lavar.
El caos es el cabello entre los dedos.
El caos son cuatro piernas entrelazadas.
Sin embargo, en el caos hay un orden,
pero no hay un arriba ni un abajo.
Los cuerpos que copulan
pueden estar en orden inverso sobre la cama
y el orgasmo seguirá su proceso natural.
El Hidalgo sabía de esto y, por eso,
enfermó de locura.
Pero la locura es genialidad, es creatividad.
Es el hábito delicado de otorgar un suave roce
a la piel que se esconde entre los pliegues
de la entrepierna.
Ese pequeño y oculto espacio que solo roza
con las inmaculadas sábanas del hotel.
Sábanas que otorgan secretos para los amantes.
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